Conducta Shihan J. E. Caballero

Temas de reflexión: La Envidia

Como abuelo y viejo sensei, hoy me tomo unos minutos para hacerles llegar unas breves palabras, sobre uno de los 7 pecados capitales que, estorban nuestro crecimiento, como personas, como guerreros de Cristo en el campo de batalla espiritual.

El mejor arma que Dios nos ha regalado es el amor, lo afirman todos los auténticos Maestro del Budo.

La envidia y los celos pueden arruinar reputaciones, dividir familias y aún provocar homicidios. La envidia puede reducir nuestro círculo de amigos, arruinar nuestros negocios y empequeñecer nuestras almas. Ciertamente la envidia es el asesino del alma, leemos en las sagradas escrituras Job 5: 2 que la envidia puede matar a una persona” es cierto que al necio lo mata la ira y al codicioso lo consume la envidia”. La psiquiatría moderna confirma esto.

Hay una historia griega que siempre les recuerdo, de un hombre que se mato a sí mismo a causa de la envidia. Sus conciudadanos habían levantado una estatua de un célebre campeón de los juegos olímpicos. Este hombre era rival del atleta favorecido y por envidia juró destruir la estatua. Cada noche aprovechaba la oscuridad para ir taladrando la base de la estatua, procurando minarla hasta que cayera. Por fin lo consiguió. La estatua cayó, pero cayó sobre él. Murió victima de su propia envidia.

La Biblia, cuyos consejos son más sabios que los de los mejores siquiatras, nos dice que no envidiemos. En Salmos 49: 16 Leemos “No temas (en el ingles, no te envidies) cuando se enriquece alguno, cuando aumenta la gloria de su casa”. Envidiar al que prospera en cualquier actividad no añade a nuestro caudal ni un centavo y en cambio lleva a la bancarrota del alma.

El hombre envidioso halla que de alguna manera la fortuna de los demás es el infortunio suyo. Que el éxito de ellos es el fracaso de él y que la bendición de ellos es la maldición de él. Lo irónico del caso es que una vez arraigada en su mente y en su alma tal idea, su fracaso es inevitable , puede llevar un tiempo pero jamás he visto a nadie a quien haya aprovechado en algo envidiar a otros, pero si he visto a muchos para quienes ha sido una maldición. Su actitud cobarde y miserable lo autodestruye. No es posible tener una personalidad cabal e integra y albergar envidia en el corazón. Dice Proverbios 14:30 “El corazón apacibles es vida a la carne, mas la envidia es carcoma de los huesos”

La envidia es un arma ofensiva del cobarde, que se emplea desde la emboscada espiritual y trata de herir por herir, sin embargo, agota el ama del envidioso que miente y se pavonea como un rico cuando en realidad es un menesteroso espiritual.

Es uno de los peores pecados, lo denuncian fuertemente los sabios de todos los siglos y lo denuncia enfáticamente Dios mismo. En Gálatas 5:26 dice el apóstol San Pablo “No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.” Santiago dijo:”Donde hay celos (envidia) y contención allí hay perturbación y toda obra perversa”.

Francisco Bacon dijo “El que se ocupa de sus propios negocios no halla mucho que envidiar, pues la envidia es una pasión vagabunda, que anda por las calles y no se está en su casa.”

También dijo Horacio: “El envidioso se enflaquece viendo la prosperidad ajena.”

Según enseña la Biblia es inherente a nuestra propia naturaleza pecaminosa. Gálatas 5:19- 21 “Y manifiestas son las obras de la carne… envidia, homicidios… y cosas semejantes a estas”. Caín envidio a Abel por cuanto este había sido acepto delante de Dios- y luego lo mato- la envidia no necesita justificación para atacar. Nace del corazón no regenerado del hombre de la misma manera que crecen las malas hierbas en cualquier jardín.

Los hermanos de José le envidiaron y le vendieron para ser llevado a Egipto como esclavo. Después pagaron el hecho con una terrible hambre, y por fin fueron obligados a reconocer la superioridad de José. La envidia empobreció sus propias vidas, pero nunca alcanzó a José el daño que le proyectaban. La envidia es como el “boomerang” australiano, hiere más al atacante porque regresa de donde salió.

Amán, envidioso del sabio Mardoqueo, recurrió a artimañas políticas para deshacerse de él. Tanto anhelaba aniquilar al objeto de su envidia, que del mismo exceso de afán se anticipo a levanta una horca en que colgar a Mardoqueo. Su trágica historia termina con estas palabras “Así colgaron a Aman en la horca que él había hecho preparar para Mardoqueo” (Santa Biblia Ester 7:10).

Muchos a nuestro alrededor cuelgan patéticos, sobre el cadalso de la envidia, solo que aun no se dan cuenta que la cuerda que ajustan para otros asfixia su propia vida espiritual.

En nuestra comunidad, en los clubes, en los Dojos, algunos han estado resentidos contra otros, o han pretendido ser cínicos acerca de Dios y de la religión, rebeldes con sus vecinos, avaros con sus empleados. Les reto a que me muestren un hombre envidioso feliz. Desde el momento que comenzó a levantar el cadalso de la envidia, era hombre espiritualmente muerto.

Dios tiene interés en nuestro desarrollo cabal y completo. En III Juan 2 leemos “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma” La envidia mata el alma y perjudica la salud.

¿Por qué es un pecado tan grande?

La envidia fue uno de los pecados de Lucifer antes de su transformación en Satanás. Envidiaba el lugar de Dios y se proponía destronar a Dios y asumir su lugar el mismo. Por esto Dios aborrece la envidia y los celos. Esto fue uno de los pecados que causaron la muerte de Jesús. “Por envidia le habían entregado” (Marcos 15:10).

Los fariseos y los saduceos estaban celosos de la atención que Cristo recibía. Le envidiaban porque grandes multitudes se juntaban para oírle y porque el pueblo había hecho de el una especie de héroe. Los celos ardían en sus corazones como llamas de fuego. Consultaron juntos como le matarían. Los fariseos y los saduceos no se llevaban muy bien entre sí pero se juntaron para conspirar y sacarlo del medio. Olvidaron su diferencia a causa del celo que llenaba sus corazones.

El celo tiene muchas formas y variantes y todas son aborrecidas de Dios y solo ayudan a destruir a los culpables de albergarlo.

No todas son malas noticias, la Biblia dice que aun el Apóstol San Pablo, que tan severamente advirtió a los cristianos contra la envidia, en un tiempo la tuvo en un grado muy marcado. Estaba celoso de una secta llamada cristianos y su envidia ardió en llamas de ira. Iba por donde quiera persiguiéndolos y destruyéndolos, pero en el rostro de un cristiano llamado Esteban en cuyo apedreamiento él había oficiado, Pablo vio una luz que jamás había visto antes. Vio esta misma luz en el camino a Damasco, entonces su envidia se transformo en ardiente amor y gozo ilimitado. Pablo el amargado, cínico y envidioso hallo un nuevo deleite en la vida cuando renuncio a la envidia y comenzó a servir al Salvador.

Si descubrieran en su organismo los microbios de la tuberculosis, no ahorrarían tiempo, esfuerzo ni dinero para desalojarlos. Y sin embargo, muchos están infectados de esta venenosa, cobarde y mortífera envidia y nada hacen para desalojarlos. Aun cuando no la condenan las leyes humanas, este vicio que tanto se ha infiltrado en nuestras vidas modernas es severamente condenado por Dios, dice el Señor en Santiago 5:9 “No os quejéis unos con otros, para que no seáis condenados, he aquí, el juez esta delante de las puertas”.

Ahuyenta de la vida el gozo y la felicidad. Es imposible conocer la serenidad y el contentamiento mientras haya celos en el corazón. He visto muchas vidas llenas de amargura, trabajo, frustración, confusión y aun padecimientos físicos como resultado directo de los celos y de la tensión nerviosa que ellos generan.

La envidia nos aísla de la comunión con Dios, puesto que Dios la detesta. El no nos puede bendecir mientras la acunemos en nuestro corazón.

La envidia socaba el suelo del alma hasta dejar al que se entrega a ella abandonado sobre una isla de egoísmo.

El hombre envidioso está condenado a vivir de apariencias pues su conciencia no le permite ser enteramente libre y ser quien desea ser. Es una lepra espiritual que nos termina aislando de muestras amistades y aun de la comunión con Dios. La Biblia nos advierte que algún día comparecemos ante el tribunal de Dios para dar cuenta de todos los pensamientos secretos de celos y de envidia que hemos albergado en nuestros corazones.

¿Cómo puedo librarme de la envidia que está robando el alma, la salud y la felicidad?

Deje de echar a otros la culpa de sus fracasos, haga un inventario de su propia alma y tome medidas positivas. Reconocer una falta no empequeñece a la persona al contrario, la engrandece a los ojos de las demás.

Vaya a su Iglesia, confiéselo y renuncia a esta pecado. En 1ª de Juan 1:9 leemos que “Si confesamos nuestros pecados, el es fiel y justo para perdonar “y en Santiago 5: 16 “Confesad vuestras faltas…para que seáis sanados” Muchas personas han iniciado su convalecencia espiritual mediante una confesión sincera a Dios. Confiese, renúncielo y arrepiéntase de ello. Abra su corazón a la gracia regeneradora de Cristo.

El Apóstol revelo el éxito de su secreto “Todo lo puesto en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Ahora solo deje que el Espíritu Santo llene su corazón para darle la victoria total “Muertos al pecado, pero vivos para Dios (Romanos 6:11). El fruto del espíritu es el amor… (Gálatas 5:22) y donde mora el amor no queda lugar para la envidia y los celos.

Que Dios los bendiga y les ayude desprenderse de esta carga, dijo el alumno a su Maestro- Muéstrame el camino de la liberación- ¿Qué te tiene apresado?… No, no nada contestó el joven discípulo- bueno- dijo el maestro. Sigue andando con tus cadenas entonces.- Es muy difícil encontrar la viga de nuestro ojo y fácil la paja en el ojo ajeno, la diferencia es la integridad y la credibilidad, valores que no se soportan en palabras sino en testimonios. Cada uno es lo que quiere ser.

Abrazo samurái para todos.

Jorge Edmundo Caballero Soke

Nihon Jujutsu Shihan Dojo Do Argentina

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